Reconfiguración social en El Alto

06.03.2024
Imagen: RPP
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Hoy es muy difícil caracterizar a la ciudad de El Alto. Quizás a inicios del presente siglo aún este mecanismo era posible. Una sociedad altamente ruralizada, con una economía precaria, infraestructura básica y altamente politizada. Marcaba cierta homogeneidad. Hoy como nunca son la expresión del abigarramiento.

Su sociedad, aunque todavía tiene cierta conexión con las comunidades del altiplano, en gran medida, está enfocada más en la ciudad y su modernidad. El gusto barroco de los primeros "ricos" alteños se está combinando con el minimalismo arquitectónico de los nuevos. En medio de la proliferación de edificios en la urbe, su economía refleja los niveles extremos de desigualdad a los que ha llegado a largo de sus 14 distritos. Una enorme infraestructura al lado de una precaria vivienda es el ejemplo más claro.

En ese sentido, el pacto de clase que los vertebraba en la lucha en el pasado hoy tiene menos razones de ser. La solidaridad ya no es de clase, es más étnica. Pero aún este factor está a prueba. Antes la indiferencia a las movilizaciones sociales podía ser fácilmente identificable en el espacio geográfico alteño. Normalmente se sabía que Satélite no participaría. Hoy no es así. La indiferencia está dispersa. En octubre de 2019, por ejemplo, la solidaridad étnica tardó mucho en manifestarse, fue la presión de los distritos nuevos o la tradicional Senkata la que empujó a la población a alinearse en torno a su condición identitaria. ¿Qué pasó? Al parecer la reconfiguración de las clases algo tuvo que ver.

Es que en El Alto uno puede ver progreso y atraso juntos y revueltos: así, por donde cruzan las principales avenidas tenemos zonas con cemento y pavimento, sí, aunque no se crea, con áreas verdes y pasajes recreativos, con viviendas con todos los servicios, minimarkets, y lugares de esparcimiento (y no estoy hablando de Satélite), al lado de zonas con avenidas en pésimas condiciones, calles de tierra y con falta de luminarias. Colegios públicos con muchos estudiantes y necesidades, pero también con colegios particulares de alta demanda. Ahora muchos pueden darse el privilegio de pagar uno y no precisamente por el costo de la matrícula. A esto hay que sumarle una UPEA que cada gestión está votando profesionales que de forma directa o indirecta están transformando más la reconfiguración de las clases sociales en El Alto.

Nunca antes había oído hablar de los "jailones aymaras", jailón era un denominativo exclusivo de las tradicionales clases altas paceñas. Cuando participé de un grupo focal con vecinos de Senkata y Tilata luego de la crisis de 2019 oí decir por primera vez a la gente de esas zonas "los jailones de la avenida Bolivia q'aras ya son pues", en referencia a la indiferencia de estos cuando se dieron las movilizaciones por la Wiphala y a su condición económica. Luego, fue muy común para mí escuchar, en medio de las charlas por la universidad alteña, "es que éste es indio jailón" cuando hacían referencia a la posición económica de un aymara urbano con plata. Sin duda muchas cosas se están reconfigurando en El Alto.

En política la cosa va más o menos igual. Si antes todos fijaban su destino en las organizaciones sociales, ahora ya no es así. La gente en El Alto, ya no mira más con admiración la vida orgánica. O por la menos ya no la gran mayoría. En el 2000 ésta era una condición para tener el respeto, la admiración y la legitimidad en la urbe, hoy es pensada con menos entusiasmo y, hasta podría asegurar, con cierto desprecio.

En El Alto muchos han comprendido que el camino de la lucha social no es el único, por eso, permea en ellos una mirada mucho más individualista. En ese sentido se han despolitizado. Ahora, cada quien busca algo más allá de la política. Si bien aún el ambiente está marcado por ésta, ya no es más en el campo de la utopía (la ideología, por ejemplo) donde funciona. A eso me refiero con que la sociedad alteña en gran medida se ha despolitizado. Hoy la política es un negocio más, se la ve así y no se espera mucho de ella. Por eso la ciudad que generaba terremotos sociales bajo utopías políticas (2000-2005) no lo hace más. Hoy El Alto es más heterogéneo que nunca. No hay duda. Seguirá mutando, eso es seguro, aunque es muy prematuro decir cómo o en qué.

Gustavo Calle, periodista

Crítica de la historia - Gustavo Calle
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